El Naturalismo
El Naturalismo sucedió a la tendencia realista, cuyos caracteres se intensificaron gradualmente hasta culminar en el nuevo estilo. Intelectualmente el apogeo de éste se explica por el inmenso prestigio que de la ciencia, debido a los asombrosos progresos junto a sus múltiples aplicaciones prácticas. Históricamente, fue el momento en que la burguesía consolidó su poder.
En primer lugar, se debe entender que el Naturalismo es una tendencia de carácter realista, pues para el escritor siguió vigente, aun con más fuerza, la necesidad de evitar toda posible idealización del mundo que pretendían representar.
Pero el Naturalismo posee rasgos propis. Provienen de la filosofía positivista de August Compte, del determinismo de Hipólito Taine, de la teoría evolucionista de Charles Darwin, de la medicina experimental de Claude Bernard y de la filosofía del pesimismo de Shopenhauer.
La filosofía positivista
Cada instancia literaria ha sido fundamentada en filosofías e ideologías que orientan y organizan la vida del hombre. La filosofía positivista explica el Naturalismo y el cambio de perspectiva en la forma de interpretarse el hombre a sí mismo y a su realidad vital.
Para la doctrina positivista, el hombre no es un ser espiritual sino únicamente material. La vida espiritual no existe, por tanto, para los naturalistas. Al contrario, para ellos el hombre se mueve en el mundo guiado únicamente por sus impulsos y temperamento. Se comporta así, como cualquier animal.. Es un ente fisiológico más. Es la “bestia humana”, según lo llamara Emile Zola. Por eso, el escritor puede estudiar al hombre del mismo modo que un científico analiza el comportamiento de los animales.
En le prologo a su novela Teresa Raquin Zola señala:
“En Teresa Raquim me he propuesto estudiar temperamentos, no caracteres. En eso consiste todo el libro. He elegido personajes completamente dominados por los nervios y la sangre, desprovistos de libre albedrío, arrastrados a cada acto de su vida por las fatalidades de la carne. Teresa y Laurent son bestias humanas, nada más. He tratado de seguir paso a paso, en estas bestias, el labrar de las pasiones, los impulsos instintivos, los trastornos cerebrales sobrevenidos después de una crisis nerviosa. Los amores de mis dos héroes son la satisfacción de una necesidad; el asesinato que cometen es una consecuencia de su adulterio, consecuencias que aceptan como lobos el asesinato de los corderos; y, en fin, lo que me he visto obligado a llamar sus remordimientos consiste en un simple desorden orgánico, en una rebelión del sistema nervioso tenso hasta romperse. El alma está completamente ausente; convengo en ello sin disputa, porque lo he querido así.”
Para Zola, las acciones del hombre están determinadas exclusivamente por necesidades de índole animal. Si el hombre carece de espíritu, entonces, los sentimientos –amor, piedad, remordimiento- también están ausentes. El remordimiento, por ejemplo, no es un sentimiento de culpa, sino únicamente orgánico, provocado por la tensión del sistema nervioso. Lo anteriormente dicho nos muestra que, desde la perspectiva del naturalismo, el hombre no es libre. Lo mismo que un animal, está sometido y abrumado bajo el peso de la carne, de la materia, de sus necesidades biológicas.
El determinismo
Para los naturalistas, la existencia individual del hombre está regida por factores de orden estrictamente material que regulan su comportamiento: ambiente, momento histórico y temperamento.
El ambiente es el lugar en que el sujeto vive y se educa. El momento histórico determina las características que regirán su existencia. El temperamento es la constitución genética heredada de los padres: nervioso, sanguíneo, linfático o bilioso.
Estos tres factores influyen en el comportamiento del hombre y pueden, por tanto, explicar su conducta.
La teoría de los tres factores fue formulada por el filósofo positivista del arte Hipólito Taine y aplicada, más tarde, por los escritores naturalistas a la literatura. De este modo, cuando le artista observa la realidad, debe saber reconocer cómo estos factores influyen en la conducta de sus personajes.
La novela experimental
El auge científico explica el dominio de la novela experimental. El francés Emile Zola aplicó a la novela el método experimental del científico Claude Bernard. Para Zola, el artista es un investigador científico, y la novela, un experimento.
“Mi objetivo ha sido, ante todo, un objetivo científico”, explica Zola en el prólogo a su novela Teresa Raquin. Más aun, agrega: “Me he limitado a hacer, en cuerpos vivos, el trabajo analítico que los cirujanos realizan con los cadáveres”.
Del mismo modo que un científico sigue la evolución de su experimento, el artista debe observar la realidad, sin que su personalidad, su experiencia anterior o sus prejuicios personales –la fe religiosa, por ejemplo- modifiquen o deformen la visión imparcial del objeto en estudio. Más que un artista, parece un investigador del objeto en estudio. Más que un artista, paree investigador científico que debe eludir toda intimidad, proscribir las apreciaciones simplemente subjetivas, ser un observador imparcial, un real hombre de ciencias capaz de extraer las leyes que rigen el comportamiento de los hombres. Podemos concluir que si la figura más relevante del Romanticismo fue el poeta, en este período es la del científico.
La perspectiva científica que Zola adopta para aproximarse a la realidad, solamente le permite observar la parte exclusivamente fisiológica del hombre: la bestia “humana”, determinada por el medio, las circunstancias históricas y el temperamento.
De este modo, para los naturalistas, la novela se convirtió en un experimento a través del cual se podía descubrir una verdad buscada, siguiendo los pasos del método experimental: observación, hipótesis y formulación de una ley.
La atracción por el bajo pueblo
Si el Romanticismo tuvo como protagonistas a seres excepcionales, el Realismo en cambio volcó su mirada, generalmente a la clase media. Por su parte, el Naturalismo extrajo a sus personajes preferentemente de sectores sociales ignorados hasta el momento por la literatura: el bajo pueblo. Sirvientes, campesinos, mineros, empleadas domésticas. Mendigos, borrachos, dependientes de comercio, hombres de condición miserable, empleados de segundo orden, son los protagonistas de la novela.
El español Benito Pérez Galdós en su novela Misericordia nos entrega una viva imagen de una mendiga madrileña:
“Flora era una viejecilla pequeña y vivaracha, irascible, parlanchina…Sus ojuelos sagaces, lacrimosos, gatunos, irradiaban la desconfianza y la malicia. Su nariz estaba reducida a una bolita roja, que subía y bajaba al mover los labios y lengua en su charla vertiginosa. Los dos sientes que en sus encías quedaban, parecían correr de un lado a otro de la boca, asomándose tan pronto por aquí, tan pronto por allá, y cuando terminaba su perorata con un gesto de desdén supremo o de terrible sarcasmo, cerrábase de golpe la boca, los labios se metían uno dentro del otro, y la barbilla roja, mientras callaba la lengua, seguía expresando las ideas con un temblor insultante”.
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