LENGUAJE Y COMUNICACIÓN
Profesor Ramón Eduardo MoragaGeneración del 98: Actitud espiritual de los escritores de la generación.
Los rasgos que caracterizan a esta actitud son:
a.- El pesimismo. Este es un sentimiento que, de algún modo, revela la influencia del filósofo Artur Schopenhauer, uno de los epígonos del romanticismo, cuyas ideas dominaban entre los jóvenes europeos de fin de siglo. Para este filósofo, el mundo de los objetos está entregado a la interpretación individual. De ahí el natural desengaño cuando el sujeto trata de hacer realidad sus imágenes idealistas. La dialéctica se produce entre la representación imaginaria del mundo y el cosmos real. El ideal en sí no es un engaño; lo falso radica en la voluntad de hacerlo efectivo. Esto lleva a la duda, al pesimismo e incluso al escepticismo.
Tales planteamientos interpretan los sentimientos de los jóvenes del 98 ante la realidad española de su época. Les duele la visión que se ofrece ante sus ojos y como nuevos románticos les invade el pesimismo. Pío Baroja, por ejemplo, recuerda con matices sombríos su ciudad natal, San Sebastián, donde no interesan la ciencia, el arte, la literatura, la historia ni nada. Por su parte, Antonio Machado presiente “un mañana vacío”. Incluso, la incertidumbre lo invade, no sólo ante el destino de España, sino frente a su propia existencia errabunda y desconectada:
“Como perro olvidado que no tiene
Huella ni olfato y yerra
Por los caminos, sin camino…
Así voy yo, borracho, melancólico,
Guitarrista lunático, poeta,
Y pobre hombre en sueños,
Siempre buscando a Dios entre la niebla”
Azorín, a su vez, confronta el pasado esplendor de los pueblos españoles con el presente deshabitado y polvoriento.
b.- Individualismo. El dinamismo de la existencia lleva a los escritores del 98 a no estatizarse en un sentimiento pesimista o de fracaso o de evasión ante la vida, sino que se esfuerzan por dominar la melancolía y superar la visión negativa mediante la elaboración poética de España. Entonces, prescinden del ambiente opresivo externo, de las ideas tradicionales caducas y forjan, desde muy dentro de sí, un ideal de vida y una imagen de patria altamente personales. El choque con la realidad circundante no solamente lleva a la crítica de España. Más importante aún, origina una nueva imagen de mundo. Desde esta perspectiva, el individuo en su relación subjetiva con la existencia adquiere una connotación especial. La realidad deja de ser una realidad externa al hombre para transformarse en una proyección personal que éste actualiza según su propia actitud espiritual.
c.- El sentimiento de vitalidad. La exaltación de la individualidad trae como consecuencia el predominio de lo subjetivo por sobre lo objetivo: el yo auténtico sobre el mundo externo, el sentimiento personal por sobre la fría lógica, la sinceridad natural sobre los convencionalismos. Es decir, se exalta la sensación de vida sobre todo esquema racional. Ahora bien, esta nueva faceta sicológica se contrapone con el rasgo de pesimismo. La razón de ello: son los hombres que viven en la contradicción de la vida, en una lucha constante entre ser y no ser. De este modo, sienten que la existencia trasciende cualquier molde lógico que pretenda aprisionarla en sus límites establecidos. Convencimiento que se traduce en una valoración de aspectos no racionales del hombre: la pasión, sensibilidad, la emoción, instinto, la intuición, el misterio de la poesía, lo inefable de las vivencias.
La posición subjetiva y sentimental de la existencia fue favorecida por las ideas de Nietzsche según las cuales el hombre podía superar lo límites del mundo mediante la libre expresión de su propio yo; es decir, mediante la expansión de la energía interior hacia el exterior. Exagerando la influencia de las ideas de Nietzsche, se lo ha considerado como el guía ideológico que atrae y señala el camino.
d.- El idealismo exagerado. Así denomina Azorín la actitud espiritual de los escritores del 98 ante el positivismo del periodo anterior. Frente a un concepto pragmático y materialista del arte y la vida, oponen el mundo de los ideales –religiosos, morales, patrióticos- forjados por el espíritu del hombre. Atrás queda la atracción por la ciencia empírica y las realidades concretas; ahora es por la poesía, el misterio de la vida y no inefable en el arte.
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