Desconfianza hacia la
política
Es sabido que uno de los principales
derechos de la ciudadanía es su capacidad de decidir cómo establecer las
relaciones entre las personas, cómo levantar su país, dependiendo de sus
necesidades y objetivos en común, en palabras de Salazar (2009) la principal
tarea de la ciudadanía es “construir, informada, deliberada y colectivamente el
Estado y el orden social que a ella le parezca más conveniente”. Al intentar
reconocer la aplicación de este derecho y deber de la ciudadanía en la historia
política de Chile, nos damos cuenta que ha sido continuamente vulnerado por los
regímenes autoritarios en las constituciones de 1833, 1925 y 1980 donde esta
última rige en nuestro país en
actualmente.
Por lo anterior, consideramos que
las decisiones políticas implementadas en Chile, por parte de una elite conservadora
de una tendencia católica fuerte, son una de las principales razones por las
cuales se generan los primeros síntomas de desconfianza por parte de la
ciudadanía, cómo no desconfiar de un proyecto político modernizador que fue
decidido por una parte minoritaria de la sociedad chilena, donde la clase
dirigente “comprendió visceralmente que todo saber constituía una forma de
poder” Stuven (1997) y que concibió a la educación como un mecanismo de
conservación del poder y como una herramienta que le permitiría seguir
reproduciendo la estructura social favorable a sus intereses políticos. Se pasó
a llevar las redes de relaciones colectivas de carácter contractual y se dio
paso a un sistema político impositivo, donde los ciudadanos se sienten ajenos a
los objetivos y proyectos que la política chilena ha implementado. Lo anterior
deja al descubierto que los chilenos somos participes de un Estado democrático
de nombre, pero que de facto está muy lejos de serlo, al excluir de la
participación política a la mayoría de los individuos, al asumir proyectos que
son pensados entre cuatro paredes, donde “las decisiones importantes suelen ser
tomadas en la penumbra de las redes y comisiones ad hoc, mientras que el
Congreso se limita a ratificar los acuerdos” Lechner (1998). Son este tipo de
hechos que brindan desprotección al individuo, con ello se produce un déficit
de la seguridad de la política y la desconfianza por parte de la ciudadanía,
como señala Lechner (1998) “la política democrática no ha sabido investir el
orden colectivo de ese halo protector indispensable para que los ciudadanos se
sientan partícipes de una comunidad real y efectiva”.
Sintetizando, la mayoría de los
chilenos consideramos que el sistema político actual y su conjunto de
decisiones son ajenas a nosotros, y que en realidad, representan el proyecto de
un grupo reducido de personas que tienen como principal meta lograr un progreso
mal entendido, que solamente se percibe en términos económicos, en la
disponibilidad de los bienes y servicios, pero que en realidad un reducido
número de personas pueden acceder a ellos, dependiendo de su éxito económico.
En otras palabras, las personas tienen mayor preocupación por el éxito
individual, enfocándose mucho más en lo privado, dejando de lado la esfera pública
y el bien común.
Esta desconfianza y sensación de
inseguridad no solamente se percibe en la política del país, sino que es
también comprobable en las implementaciones de las políticas educacionales en
Chile, donde toda decisión y posterior anuncio genera suspicacias y dudas por
parte de la ciudadanía. Basta revisar las críticas realizadas a la Reforma Educacional
implementada en el Gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle, los mecanismo de
ingreso a la universidad, Evaluación docente, y la última Ley de Subvención
Escolar Preferencial, aplicada por los gobiernos de Michelle Bachelet y
Sebastián Piñera, en todas estas la ciudadanía intenta descifrar la “letra
chica” o descubrir quienes tienen intereses creados detrás de estos proyectos
que han sido anunciados con bombos y platillos. Mientras se siga realizando la
política fuera de las instituciones, y su actividad sea solo marketing,
mientras la educación no sea una herramienta para cumplir con los objetivos
consensuados por la ciudadanía, ninguna política educacional podrá ser eficaz a
la hora de promover o generar la movilidad social, puesto que los actores y
participes del sistema la seguirán viendo ajena y no harán de la educación
parte de su vida.
La educación y sus fines deben ser
consensuados por la ciudadanía, según sus necesidades y privilegiando el bien
común por sobre los logros individuales.
Desconfianza entre
las personas
Como se expuso anteriormente, debido
a diversas decisiones políticas que afectaron al país, se produjo en los
ciudadanos un desapego y falta de credibilidad hacia la política del país.
Paralelamente, el desarrollo económico y las políticas de mercado generaron de
sobremanera el interés por el éxito individual y el miedo al fracaso. Todo lo
anterior se tradujo en una desconfianza que no solamente se evidencia en el
plano político sino que también en lo educacional. Por otro lado, los
principales responsables de la educación son personas con características
culturales que definirán en parte la forma en que asumirán los roles dentro de
una comunidad educativa y la manera en que se relacionarán con el otro. Si
consideramos que la mayoría de la población profesa la religión católica
podríamos entender en parte el porqué
existe mayor desconfianza dentro de las comunidades educacionales
de sectores vulnerables, ya que “para el católico la fe se dirige a un Dios
cercano que actualiza constantemente su presencia en el mundo. La extrañeza del
Dios protestante parece favorecer relaciones de confianza entre
desconocidos…mientras que la cercanía y familiaridad del Dios de los católicos
parecen contener el despliegue de estas relaciones…” Valenzuela y Cousiño
(2000), con esto afirmamos que los profesores y alumnos de las escuelas de
sectores populares no se sienten seguros con la educación que reciben e
imparten estos establecimientos, ya que tener confianza en la educación actual
es un acto de fe, similar a la relación que se establece con Dios en la
religión católica. Lo anterior trae como consecuencia que si no se les entrega
a las escuelas de sectores populares pruebas concretas de que la educación es
efectiva y realmente una herramienta de movilidad social, ninguna política
educativa será capaz de cumplir con este cometido. Si los profesores de
escuelas vulnerables siguen desconfiando de la educación que entregan a sus
alumnos, y reemplazan su rol profesional por uno paternalista, se cumplirá la
profecía auto cumplida del fracaso, de la misma manera, si los estudiantes no
creen en la educación que entregan sus profesores y rechazan la cultura del
esfuerzo, tampoco lograrán el gran objetivo de la educación.
Concluyendo, tanto los docentes como los alumnos
de las escuelas de sectores populares presentan un alto índice de desconfianza
en la educación, siendo esto último un factor importante para determinar el
fracaso de toda política educacional implementada hasta ahora en los gobiernos
de estos últimos veinte años. Siendo los estudiantes quienes ven en el trabajo
y su retribución económica baja, pero concreta, una opción donde depositar sus
esperanzas en detrimento de las opciones que entrega un sistema educacional
profesionalizante que desconocen y que les es muy lejano, abstracto e incluso
inalcanzable.
Conclusión
A través de este ensayo, hemos
tratado de responder a la pregunta del porqué las políticas educativas han sido
ineficaces en estos últimos veinte años en las escuelas de sectores populares,
considerando que la falta de confianza por parte de la ciudadanía es un factor
importante y que es la consecuencia de
procesos históricos que ha vivido el país, determinando entonces que la falta
de una constitución democrática que emane de las necesidades y objetivos de la
ciudadanía, produce una sensación de desapego e incluso desconocimiento de los
objetivos de la política y la
Educación en Chile, por parte de los individuos, siendo estos
últimos unos verdaderos turistas dentro de su propio país en cuanto al proyecto
modernizador implementado en Chile. En
segundo lugar, creemos que otro elemento trascendental es que la educación debe
surgir de la reflexión y de las decisiones democráticas de la ciudadanía,
privilegiando el bien común por sobre los triunfos individuales, siendo esto
último una acción importante que podría reducir en parte la segregación de los
sectores populares en educación.
Entonces, pensamos que las políticas educativas
han sido ineficaces en los sectores vulnerables, debido a que existe
desconfianza por parte de los jóvenes ciudadanos que se educan en las escuelas
de los sectores populares, al creer que no son capaces de esforzarse y surgir.
La creencia popular lleva a que las políticas apunten a bajar la exigencia en
detrimento de una cultura del esfuerzo.
En conclusión, la inseguridad de los individuos
dentro de la sociedad chilena produce desconfianza tanto en la políticas
gubernamentales como en las educacionales del país, trayendo como consecuencia
final que en las escuelas de sectores populares no crean ni en los políticos,
ni en los profesores y menos en la educación como un camino hacia le éxito.
Bibliografía
-
STUVEN, Ana María. Una aproximación a la cultura
política de la elite chilena: concepto y valoración del orden social. Estudios
público, otoño 1997
-
SALAZAR, Gabriel.
Cuando la ciudadanía construyó el Estado.
- EYZAGUIRRE, Bárbara. Claves para la
educación en pobreza. Estudios públicos, verano 2004.
- VALENZUELA, E. y COUSIÑO, C. Sociabilidad
y Asociatividad. Un ensayo de sociología comparada. Estudios públicos, 77,
verano 2000.
- LECHNER, Norbert. Modernización y
democratización. Un dilema del desarrollo chileno. Estudios públicos, 70, otoño
1998.
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Dejo un video que puede ser de interés: http://www.youtube.com/watch?v=AZ3JmuaUrxs&feature=share
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